jueves, junio 26, 2008

¿Microrelato Gráfico?

Reconozco que tengo predilección por El Roto. Acostumbra a ser demoledor con sus metáforas y sus críticas mordaces a la estupidez nuestra de cada día. Pero hay días en que lo encuentro especialmente literario, al tipo. ¿No es esta viñeta todo un microrelato? Vale, no es Monterroso, ya; pero la viñeta, aunque no lo diga explícitamente, también me hace pensar en un dinosaurio, en fronteras entre el sueño y la vigilia, lo soñado y lo real, un despertar, un todavía; a pesar de que no tenga un “allí”. ¿Cabría la existencia de un genero “microrelato gráfico”? Desde luego, El Roto sería el más indicado para experimentar con ello.

jueves, junio 19, 2008

Los Premios Ejército. En serio...

Cada vez ocurre con más frecuencia que, al encender el ordenador en la mañana, café en mano, y prepararme psicológicamente para otro día fofo y desabrido, me pregunto ¿cuál será la estupidez más estúpida que vaya a leer hoy un ciudadano cualquiera?, ¿con qué retorcimiento rocambolesco del ingenio nos sorprenderá algún “abrazafarolas” (que diría Matías Candeira), algún “conmovedor pajecillo” (que diría Ángel Zapata) en este día que ahora amanece soleado (lluvioso -según la época-, gris, o con un cielo que está “enceodosado”, ¿quién lo “desenceodoseará”?, etc.) y que poco promete, si no nada?
Pues en esta mañana, que igual está soleada que con cielo enceodosado, ya digo, la estupidez ha madrugado más que yo, más de lo habitual y me ha jodido la esperanza bien tempranito. Sin más, os presento la última noticia que ofrece el medio digital http://www.nortecastilla.es/ para Castilla y León. Redoble de tambores castrenses y:

¿Qué más se le puede pedir a la vida? No tenía ni idea de que existieran (¿debería decir “aún”?) unos premios Ejército (pronúnciese “¡EJEERCITOO!” al modo en que lo haría Fernando Fernán Gómez para remarcar el patetismo decadente de tan ilustre institución) Y no se trata de un certamen cualquiera, no, es uno, grande y... a nivel nacional (algo lógico, si se piensa un poco, claro. No iba a dividirse un premio Ejército en otros tantos premios autonómicos disgregantes que puedan causar la desintegración de la unidad patria ¿verdad? No podríamos permitir semejante desfachatez –esto también se puede pronunciar a lo Fernando Fernán Gómez, sí-)
¿Por dónde iba? Ah, ya:
“Los premios Ejército –continúa la noticia- pretende propiciar la creación artística y literaria referida a las múltiples facetas del Ejército, así como el conocimiento y la divulgación de la vida militar.”
“Los galardones se entregarán hoy en una ceremonia en el Cuartel General del Ejército de Tierra, en el Palacio de Buenavista de Madrid. El colegio recibirá 3.900 euros, un trofeo y un diploma acreditativo”

Pero aún hay más. Varios medios se hacen eco de la noticia. Hay un detalle que me ha emocionado especialmente. Informa EUROPA PRESS:

“Otro de los protagonistas de la gala será el escritor y académico Arturo Pérez Reverte, quien recibirá de manos del jefe de Estado Mayor del Ejército (JEME), general de Ejército Carlos Villar Turrau, el sable de oficial general que se concede cada año como 'Distinción especial' a la persona, entidad u organismo que se haya caracterizado por "su vinculación al Ejército de tierra, colaborando con sus trabajos o aportaciones, a mejorar su prestigio o apoyando la divulgación de los Premios Ejército a lo largo de su historia".
Hasta aquí puedo leer.
Rompan filas

miércoles, junio 18, 2008

Fragmento de "La Muerte de Ivan Ilich"

No sé por qué, hoy este fragmento me está revolviendo algo...
Su recuerdo me ha asaltado muy temprano, se ha duchado conmigo, calzado mis zapatos, me ha agarrado de la manita y se ha venido en el metro conmigo para sentarse a esta mesa de oficina desde la que miro este mudo en red [ado].



“Iván Ilich vio que se moría y su desesperación era continua. En el fondo de su ser sabía que se estaba muriendo, pero no sólo no se habituaba a esa idea, sino que sencillamente no la comprendía ni podía comprenderla.
El silogismo aprendido en la Lógica de Kiezewetter: «Cayo es un ser humano, los seres humanos son mortales, por consiguiente Cayo es mortal», le había parecido legítimo únicamente con relación a Cayo, pero de ninguna manera con relación a sí mismo. Que Cayo -ser humano en abstracto- fuese mortal le parecía enteramente justo; pero él no era Cayo, ni era un hombre abstracto, sino un hombre concreto, una criatura distinta de todas las demás: él había sido el pequeño Vanya para su papá y su mamá, para Mitya y Volodya, para sus juguetes, para el cochero y la niñera, y más tarde para Katenka, con todas las alegrías y tristezas y todos los entusiasmos de la infancia, la adolescencia y la juventud. ¿Acaso Cayo sabía algo del olor de la pelota de cuero de rayas que tanto gustaba a Vanya? ¿Acaso Cayo besaba de esa manera la mano de su madre? ¿Acaso el frufrú del vestido de seda de ella le sonaba a Cayo de ese modo? ¿Acaso se había rebelado éste contra las empanadillas que servían en la facultad? ¿Acaso Cayo se había enamorado así? ¿Acaso Cayo podía presidir una sesión como él la presidía?
Cayo era efectivamente mortal y era justo que muriese, pero «en mi caso -se decía-, en el caso de Vanya, de Iván Ilich, con todas mis ideas y emociones, la cosa es bien distinta. y no es posible que tenga que morirme. Eso sería demasiado horrible».”
(Leon Tolstoi)

viernes, junio 13, 2008

Cadenas

Esta semana, otros tantos aspirantes a universitario han tenido que pasar ese mal trago de enfrentarse al fantasma podrido de la selectividad. De entre ellos, a quien más y a quien menos, ese espectro cretrino y mohoso le venía rondando el umbral, amenazante, haciendo sonar sus cadenas oxidadas, desde hacía meses, si no algunos años. Me entran ganas aquí de ejercer de “abuelocebolleta” y contar en detalle mis experiencias –en plural, que me presenté una segunda vez para subir la nota- con el tema; pero me contengo, al menos todo cuanto puedo. Lo más común, ahora como entonces, es escuchar pestes de las pruebas de humanidades. Es comprensible, teniendo en cuenta el modelo educativo que impera. A unas mentes acostumbradas al 2+2=4, al abrigo confortable de las fórmulas, la repetición, los patrones, la clasificación, etc., etc., un comentario de texto es algo tan etéreo, tan inaprensible y fuera de órbita, como el trance en una sesión de espiritismo. Sólo aquellos que son una especie de médium de lo abstracto se enfrentan a la tarea sin pavor. Lo desconocido asusta: a mí me asustan aún ciertas ecuaciones con signos fascistas. Sin embargo, disfrutaba como alguien libre cuando tocaba hacer las pruebas de historia del arte, de latín y, ya el summum, el comentario de texto, en el que podías comparar un fragmento de Cela con la menopausia de tu madre, si tenías los huevos de encontrarle una convergencia. No me imagino cuánto podría haber disfrutado si aquel día, en ese aula magna con olor a un futuro embustero, hubiera tenido delante, como una aparición de otro mundo, un relato de Mil Cretinos, como les ha ocurrido a los estudiantes barceloneses con el ejercicio de lengua catalana y literatura. Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury, de Monzó, ya figuró hace dos años como lectura obligatoria en el preparatorio para la selectividad. Entonces llegaron los salvadores de almas ultracatólicos y calificaron el texto como “pornográfico” y otras estupideces más del aplio espectro que manejan. Ante esta obsesión sexual y represiva -digna de diván-, el texto quedó fuera del examen. Este año no. Este año, además, a los examinados se les instaba a extenderse en el análisis de las diferencias entre el cuento y la novela. Esto sí que me da miedo. Aunque, fantasmas a parte, de verdad, pagaría por poder leer las respuestas a este ejercicio.

jueves, junio 12, 2008

Hay que joderse con el género (y no tiene nada que ver con la ministra de igualdad...)

A veces, con una buena dosis de ingenuidad, he de decir, quiero creer que la pregunta de marras se ha agotado, que ya no es posible formularla porque, aunque quisiera, el preguntador/preguntadora sentiría una especie de punzada en la cabeza al componerla mentalmente, un dolor recordatorio de que los tópicos cansan, de que a aun cuentista, por tolerante que sea, la cuestión le resulta tan manida que no puede por menos que resoplar. Y, sin embargo, me da por leer la entrevista que le hacen a Irene Jiménez hoy en Público, acerca de Lugares comunes (Páginas de espuma), y ahí está de nuevo: “¿Va a probar la novela?”. A la entrevistadora (Paula Corroto) le resulta tan original la cuestión que hasta se sorprende con la respuesta y la resume en el titular: «El relato no es una antesala».
Esto viene a ser como preguntarle a la pareja de recién casados: “¿Y los niños para cuándo?”.

miércoles, junio 11, 2008

Algo de color...rojo

Después de más de un año en marcha, hoy me he dado cuenta de que algo había que hacer con este blog para que no me resultara tan "siempre-lo-mismo". Lo miraba a ratos, entre café y café, y no podía evitar que me resultara un poco aburrido. Así que, a media mañana, por fin, he decidido ponerle un poco más de rojo por aquí y por allá–de eso que no falte-, recolocar las cosas de otra manera, renovar las ganas de seguir y, a ser posible, mejorar con lo aprendido hasta el momento -total nada...
No es una nueva etapa, el cambio no da para tanto; pero sí un nuevo aspecto y un chute de ánimo para dedicar más tiempo e ilusión a este medio que, en realidad, me ha dado más placer de lo que esperaba. Gracias a este espacio he estado en contacto con mucha gente interesante con cosas que decir.
Eso, y que hoy me aburría mucho en la oficina y no tenía ganas de trabajar, claro.

viernes, junio 06, 2008

Soy Rey de Roma

En una entra anterior, del 19 de mayo, hice una referencia fugaz a Fernando Pessoa, con su forma peculiar de utilizar la gramática para mandar en las expresiones, para fotografiar los sentimientos; no sirviendo a la norma y a lo cotidiano, sino hablando, diciendo. Y desde entonces me quedé con la sensación de que, precisamente por el hecho de haber incrustado la expresión de Pessoa forzando el contexto, allí no se entendía nada de lo que realmente quise decir con ideas prestadas. La verdad que, para aquella entrada de chichinabo, poco importa ya traer explicaciones; pero sí que me parece interesante copiar este fragmento del “libro del Desasosiego”, en el que Pessoa muestra su visión acerca del empleo de la gramática. Espero que lo disfrutéis, al menos quienes no lo hayan leído ya.

"He meditado hoy, en una pausa del sentir, sobre la forma de prosa que utilizo. Realmente, ¿cómo escribo? Tuve, como otros muchos han tenido, la intención depravada de querer tener un sistema y una norma. Es cierto que escribí antes de la norma y del sistema; en eso, sin embargo, no soy diferente de los otros.
Analizándome al atardecer, descubro que mi sistema de estilo asienta en dos principios, e inmediatamente, y a la buena manera de los buenos clásicos, erijo esos dos principios en fundamentos generales de todo estilo: decir lo que se siente exactamente como se siente -con claridad, si es claro; oscuramente, si es oscuro; confusamente, si es confuso-; comprender que la gramática es un instrumento, y no una ley.
Supongamos que veo frente a nosotros una muchacha de maneras masculinas. Un ser humano vulgar dirá de ella: “Aquella muchacha parece un chico”. Otro ser humano vulgar, ya más próximo a la conciencia de que hablar es decir, dirá de ella; “”Aquella muchacha es un chico”. Otro más, igualmente consciente de los deberes de la expresión, pero más animado por el apego a la concisión, que es la lujuria del pensamiento, dirá de ella: “Aquel chico”. Yo diré: “Aquella chico”, violando la más elemental de las reglas de la gramática, que ordena que haya concordancia de género y número entre el sustantivo y el adjetivo. Y habré dicho muy bien: habré hablado en absoluto, fotográficamente, lejos de la vulgaridad, de la norma y de la cotidianidad. No habré hablado, habré dicho.
La gramática, definiendo el uso, establece divisiones legítimas y falsas. Divide, por ejemplo, los verbos en transitivos e intransitivos; sin embargo, el hombre que sabe bien decir tiene muchas veces que transformar un verbo transitivo en intransitivo para fotografiar lo que siente, y no para, como el común de los animales hombres, ver a oscuras. Si quiero decir que existo, diré “Soy”. Si quiero decir que existo como alma separada, diré “Yo soy”. Pero si quiero decir que existo como entidad que a sí misma se dirige y forma, que ejerce ante sí misma la función divina de crearse, ¿cómo he de emplear el verbo “ser” sino convirtiéndolo súbitamente en transitivo? Y entonces, triunfalmente, antigramaticalmente supremo, diré “Me soy”. Habré expresado una filosofía en dos breves palabras. ¿No es esto preferible a no decir nada en cuarenta frases? ¿Qué más puede exigirse de la filosofía y de la dicción?
Obedezca a la gramática quien no sabe pensar lo que siente. Sírvase de ella quien sabe mandar en sus expresiones. Cuéntase de Segismundo, Rey de Roma, que habiendo cometido, en un discurso público, un error gramatical, respondió a quien se lo hizo notar: “Soy Rey de Roma, y estoy por encima de la gramática”. Y la historia cuenta que desde entonces pasó a ser conocido como Segismundo “Supa-grammaticam”. ¡Maravilloso símbolo! Cada hombre que sabe decir lo que dice, es, a su modo, Rey de Roma. El título no es malo, y el alma es serse
. "


(Fernando Pessoa. Libro del desasosiego)

lunes, junio 02, 2008

Quim Monzó en la Feria del Libro de Madrid

Siempre hay que conservar un algo jodidillo, porque si no....
Por lo general, tengo la sensación de que una coincidencia de las de sábado por la mañana será del tipo:
a) me encuentro a mi hermano en un semáforo, poco después de haberle dicho que no podía ayudarle con la mudanza –“¡qué putada, tío, no sabes cómo lo siento...!”- porque iba a estar el fin de semana fuera;
b) precisamente la camiseta negra que dice “Yo también soy de Palestina” es la que sigue demasiado húmeda en la cuerda de tender y no hay quien se la ponga así, mientras que la verde-pistacho está dobladita y lista para ser usada;
c) la nevera está vacía, no he hecho compra en toda la semana, no tengo excusa para no hacerla en este momento;
y d) unos cuantos “etcs” más, jodidos e irreparables. Es verdad que, al menos en lo que a coincidencias se refiere, mis sábados por la mañana son una ventana al mundo del burgués de clase media que tanto me atormenta; pero aún así he decidido tener esos momentos no combativos también, por mi bien y el de aquellos que me rodean.
Pero este sábado en la mañana, contra el pronóstico del tiempo, la necesidad urgente de abastecerme de alimentos, y la preferencia personal de ir a la Feria del Libro un martes por la tarde junto a mi padre, me doy una vuelta por El Retiro. Accedo a los jardines por una de las entradas de Menéndez Pelayo, subo hasta el Paseo del Duque de bla,bla,bla... y ¡Ssssplash!, nada más sumergirme en el fluir errático de “mira-casetas” con patas, giro a la derecha y
¡Coño, qué coincidencia, Quim Monzó firmando libros!.
Coincidencia, sí, porque no tenía ni idea de que iba a estar allí.
¿De qué habla un desconocido con un maestro del anti-tópico como Monzó? De tópicos, por supuesto: el siempre socorrido víacrucis del escritor de relatos para encontrar editor, las costumbres lectoras de la época, la mediocridad y/o la petulancia, etc.
“No lo entiendo -me dice-, a la gente le debería gustar más leer relatos que otros géneros. Con la cantidad de cosas que hay que hacer hoy día, teniendo cine, teatro, Internet, los blogs, la buenas series de televisión -es admirador de "Los Soprano"-, la música... queda poco tiempo para cada cosa y sería lógico que se leyeran relatos, que se pueden acabar de leer de una vez”. A colación, hablamos de Raymond Carver y del hecho de que hubiera elegido escribir relatos cortos para así poder terminarlos, o eso afirmaba. “Yo tengo una teoría –añade Monzó-. Está claro que la mayoría de la gente que se compra un libro no lo hace para leerlo, sino para tenerlo y hablar de que lo tiene. Por eso, cuanto más grande y conocido sea el libro, mucho mejor”. “Yo tengo Guerra y Paz” en casa –le digo- para que me juzguen bien las visitas”.
Monzó ha pasado un época “de mierda”, con sus padres en un geriátrico en la recta final de sus vidas y, como él mismo dice, eso se refleja, aunque con humor, en Mil Cretinos, su última colección de relatos. En ese tiempo de acompañar a sus padres tomó muchas notas útiles para analizar al ser humano. Para Quim Monzó, el estado de ánimo, más allá de esta época difícil pasada suya, siempre se refleja en la atmósfera que envuelve la obra. Admite, claro, tener otros relatos anteriores más alegres, pero siempre conservando “un algo jodidillo, porque si no...”.
Para entonces, las dos señoras de Barcelona que tenía literalmente subidas a la espalda ya me hacen daño con sus miradas de cuchilla gillette y me tengo que despedir.

¡Qué pena, a saber cuándo vuelvo a tener otra coincidencia como esta un sábado en la mañana!

Nota 1: he intentado ser lo más fiel a los diálogos que he podido, y creo que me ha ido bien. Lo he hecho, por un lado, por mantener un cierto rigor en el blog; por respeto, también; pero, sobre todo, porque Quim Monzó amenazó con entrar en el blog y desmentir todo lo que escribiera, e incluso acusarme de haberme ido sin pagar el libro, lo cual no puede ser cierto, porque las señoras de detrás no hubiera dejado pellejo en mi cuerpo.

Nota 2: si uno se fija en la foto, la coronilla que asoma por detrás de la pantalla de libros es la de Paul Preston. ¡Menuda caseta! Me la hubiera llevado a casa.

Frase de hoy

"Las palabras que prefiere el hombre corriente son las que permiten hablar sin tener que pensar". Dashiell Hammett.